13 diciembre 2012

Teatrillo del agua.

Parió la noche un ángel
de cemento y burbujas.
Su pelo es la bufanda sonora de mi guitarra,
su carne de toalla y su lengua un zapato,
caño que al hotel conduce
y riega el suelo de monedas:
metal y tinta de un bolígrafo inmundo,
roma fuente de números,
guijarros del aullido de un gato.

Que mi campo sea el cuadro
donde yace sin secretos la calavera
y un olor de grifo roto pinta las paredes.
Frente al espejo habrá piedra
y un reloj devorando el brillo de las bandejas.
Allí quiere el tiempo encender su oscura lámpara.

24 noviembre 2012

Canto enésimo.

No abriré las puertas del hotel esta noche. No abriré ni una sola de sus habitaciones. Dejaré deshechas las camas, caladas las toallas y la nieve blanquinegra crepitando en los televisores.

Todos los frailes dormirán hoy en la calle. Que os arrope el manto de los años, si es tan vasto y tan fornido. La huella de sus índices no es mi norte, ni mi compás el ronquido de sus lecciones. No se extingue en sus cenizas el misterio de este fuego.

Llamarán a golpes los artistas pidiendo audiencia, arrastrando su casquería, llorando las migas de su miseria. Ya no hay balcones desde los que arrojarse. A morir sin duelos. Ahora mis manos serán cuenco roto de otras lágrimas.

Veré pasar de largo el fulgor de las turistas al otro lado de la acera. La fresca huella de sus colas estivales, el polvo estelar de sus tobillos, un velo de pulpa celeste. Cierro los ojos y mascan mis párpados el negro invierno.

No abriré las puertas del hotel esta noche. No abriré ni una sola de sus habitaciones. Hoy voy a dormir vacío, frente al espejo, dándome la espalda.

10 noviembre 2012

Romance de la anciana y los gatos.

Mi casa mira a una angosta
calle empedrada. En ella
todos los gatos del pueblo
duermen inertes la siesta
sobre un tapial terso y blanco,
bajo el sol de primavera.
Son como tiernos sombreros
engalanando las piedras.
Pero cada día, cuando
el pueblo al completo sueña,
quizás con mejores tiempos,
quizás con menores penas,
desde el balcón de su casa
una anciana los observa.
Es como una tortuga de
pelo blanco y piel reseca:
pétreos su cuerpo y su gesto
y su mirada pétrea.
Llama a los gatos - mininos -
desde la fachada opuesta,
- mininos, mininos - con voz
a un tiempo dulce y severa,
y los quedos animales,
que aún son del sueño presas,
alzan tímidos la vista
hacia el balcón de la vieja.
Ella esparce entonces briznas
de papel sobre la acera.
Es como si el cielo raso
nevara pálidas lenguas.
Atraídos por el brillo
los animales se acercan
y tantean desconfiados
con las patas delanteras
los copos de celulosa
que descansan ya en la tierra.
Entonces la anciana escupe
sobre ellos con ira y fuerza.
Su viscosa y blanda boca,
el cañón de una escopeta,
que retorcido sonríe
cuando sus balas aciertan.
Suena el eco de su risa
tan profundo en mi cabeza.
Suena el eco de su risa
como una campana enferma
que anunciara con su grito
que la juventud se aleja.
Suena el eco de su risa
y la sangre se me hiela
porque temo ser un día
un anciano en un poema.

31 octubre 2012

Auto contra mi retrato.

Qué lástima que otros no puedan verte a solas.
Eres tan ridículo.
Vas a misa y en voz baja omites
algunas frases del credo
porque tú ya eres leído
y has hallado inconvenientes.
Qué listo te crees
y qué tonto eres.
Hasta el más torpe microbio te da mil vueltas,
acuérdate si no cuando robaste
la cinta virgen de cromo en El Corte Inglés
y te cazaron.

Que nadie te entiende me dices lloroso.
(crees merecerte algo especial).

No soporto esa pose tuya
de niño tímido y afectado.
Fíjate ahora:
esta no es más que otra de esas maniobras.
Descruza ya las piernas
y afloja el último botón de tu camisa;
a mí no me engañas:
eres una bestia capaz de asir y destrozar
el cuello de cualquiera.

Pero te advierto una cosa:
tú no te escapas;
tarde o temprano
ajustarán la cuenta de las que mataste callando.

Y yo tendré que pagarla.

21 octubre 2012

El sabio.

Soy
estandarte de la ciencia,
abanderado del arte,
tajamar del intelecto.
Quienes hoy son maestros
bebieron la tinta que destilan mis lecciones.

Pero esta noche,
cuando la estepa blanca de la sábana
cerca inmensa mi cuerpo,
descubro agazapado al hombre,
inerte, deshecho.
Seco.

Todas las medallas son tensas cadenas
y yo esclavo de mi triunfo.

13 octubre 2012

Oficios de un odradek [VII]: hortelano.

Renuncio a estos órganos.
Renuncio a los ojos, a la lengua,
al sexo, a las manos
-aperos de conde,
frágiles, torpes y atrofiados-
por sembrar
con las atávicas lluvias
que harán mi carne grano,
los restos de mí,
semillas de un yo nuevo
en tus campos.

10 octubre 2012

Otro epitafio.

Este es
el último grito,
el alarido final,
el aire del estertor de muerte
que silba entre los dientes
y dice:
me cago en vosotros.

15 julio 2012

Tres poemas crónicos [III].

Reconozco el timbre
de quien me pide:
abre los ojos,
huye de esta tarde
gris y eterna
que te mece y te amamanta.

Yo digo: pronto;
dejaré este ser congelado,
suspendido, ausente,
y buscaré un lugar sin memoria
donde todo sea
leve y pasajero.

08 julio 2012

Tres poemas crónicos [II].

Si alguien me hubiera
al menos
declarado la guerra,
tendría objetivo
para ensañarme,
no serían en balde
tantas horas
sin paz y sin batalla.

Soy yo
de esta ira
la diana.

03 julio 2012

Tres poemas crónicos [I].

Yo no pude hacer
como el poeta que imitó
al mercader huyendo
del saqueo
y salvó lo suyo
en tiempos de inclemencia
(cavó un hoyo
y enterró en lo más hondo
horas, imágenes y sueños).

A mí
ya me saquearon.

Pero también el poeta
que imitó al mercader
perdió el tesoro
porque vino la lluvia
y borró el camino al hoyo.

(Pobres todos.)

De la decepción
somos forma.

A José Agustín Goytisolo.

26 junio 2012

LVI.

De nada sirve
que decida no tropezar
dos veces
en esta piedra.

El oro del tiempo es
un pellizco primitivo,
una embestida brutal
en el vientre,
un rayo
de fuego lácteo.

Me declaro
fuera de mí,
más yo que nunca,
siempre otro.

21 junio 2012

Hiperespacio.

Una noche despertarás
y mi cara inundará tus ojos.
Sentirás sed,
sacarás los pies de la cama,
de un impulso elevarás tu cuerpo
y del dormitorio a la cocina
recorrerás el pasillo.

(Allí nos cruzaremos.)

Yo estaré
recorriendo otro pasillo,
- nadie sabe a qué distancia -
de otra cocina a otro dormitorio,
doblando mi cuerpo
para entrar en otra cama,
con tu cara inundando mis ojos
y una sed irreparable.

13 junio 2012

Ínsodo.

Allá a lo lejos,
sobre el monte,
arrinconada
en la concavidad de una roca,
como un tesoro huérfano,
una zarza ardía.
Abandoné mis ocupaciones,
casa, huerto, mujer e hijos,
ahogados en un mar de lágrimas
(hasta la cal de las paredes lloraba)
y marché al encuentro
de aquel misterio.
Tenéis que comprender -les decía-.
Anestesiaba mi cuerpo
aquella visión divina
y no padecí en el camino
más que la impaciencia
de su proximidad.
Pero hice cumbre.
Me descalcé,
seguro de que el lugar que pisaba
era santo
y arrodillándome dije:
aquí estoy, Señor,
te vi desde el fondo del valle
y he salido en tu busca.
Líbrame de incertidumbres
y dime al fin
qué destino me aguarda,
qué misión me encomiendas,
pues a ti me entrego.
Y haciendo Dios vibrar el monte,
con pereza y apatía,
contestó: hijo mío,
tú no sirves para nada.

08 junio 2012

LV.

Quisiera asomarme
sonriente
a la brecha de luz
última de tus ojos
y aniquilar
si allí existiera
un insólito gramo
de paz.

Para enseñarme el odio
viniste.

04 junio 2012

La rubita.

En la vida, dondequiera que sea, ya entre sus filas endurecidas, ásperas, rudamente pobres y desaliñadamente roñosas de las capas bajas, ya entre los estamentos superiores, monótonamente fríos y aburridamente pulcros, en todas partes, el hombre por lo menos una vez encuentra en su camino un fenómeno distinto de todo cuanto ha tenido ocasión de ver hasta ese momento, un fenómeno que por lo menos una vez despierta en él un sentimiento distinto de todos los que ha de experimentar en la vida. En todas partes, a través de las aflicciones con que se teje la vida nuestra, pasa corriendo una radiante alegría, como una lujosa carroza arrastrada por preciosos corceles con jaeces de oro y cristales que brillan al sol, carroza que, a veces, atraviesa, súbita y velozmente, una mísera y perdida aldehuela donde nunca se ha visto otra cosa que las carretas de los campesinos, y entonces los mujiks se quedan largo rato de pie, pasmados, boquiabiertos, sin ponerse los gorros aunque el maravilloso carruaje se ha perdido de vista ya hace mucho. Asimismo la rubita apareció en nuestro relato y no menos repentinamente desapareció.

Nikolái Vasílievich Gógol. Almas muertas, 1842.

25 mayo 2012

Oficios de un odradek [VI]: apóstol.

Si mudaras un día la piel
- telón humano -
y te descubrieras ante el mundo,
a plaza llena,
como un animal perfecto
de carne áurea
y pulso eléctrico,
cuántos de estos ciegos
de tímpano impermeable
recordarían boquiabiertos
todos los sermones
que tan fanático proclamo.

20 mayo 2012

Oficios de un odradek [V]: delegado sindical.

Me indigna
que no se detenga el mundo,
que siga sumido inconsciente
en sus giros ancestrales,
que no pliegue su corteza
un frenazo instantáneo
y resbale sobre el manto
todo el agua del océano
cada vez que el sol dibuja,
libre y despreocupado,
tus formas sobre la acera.

14 mayo 2012

Oficios de un odradek [IV]: figurante.

Nunca miras a nadie.
No hay quien distraiga
tu indiferencia.
Tu cuerpo atraviesa sin esfuerzo,
como la luz el aire,
cuanto aquí vive.
Se ha deshecho el mundo
entre el perfil de tu córnea
y el relieve del sueño
que te hipnotiza.
Pronto despertarás,
alzarás la vista
y todo será trágicamente
reconocible;
abrirás la boca
y en tu bostezo asomará
el ciclo petrificado de los días.
Ese que yo quisiera engullir.
Ese en el que no existo.

06 mayo 2012

Oficios de un odradek [III]: empleado del hogar.

La casa que habitas
nunca será mi casa,
pero conozco el drama diario
de sus paredes.
Ningún color viste
digno luto por tu ausencia.
Ningún tapiz. Ningún lienzo.
No has visto boquear
estas grietas que tu aliento soldaba
por tragar agónicas
la última mota de polvo
que tu paso levanta.
La puerta que cierras cada mañana
sella tras tus talones
un microcosmos de angustia:
los libros lloran sus letras
y todas tus cosas se arremolinan
en una ráfaga de miedo.
Temen como yo
que un día no vuelvas.

01 mayo 2012

Oficios de un odradek [II]: explorador.

Llevo la redondez de tu frente
prendida en la retina
como una mancha solar
que adorna brillante el desvelo,
la noche polar
en el envés de los párpados,
un altiplano nevado de yeso.
Temo volver a verte
y que sólo el arco de tus cejas,
fino y tenso sol naciente,
queme mis ojos por completo.

26 abril 2012

Oficios de un odradek [I]: aguador.

Te has subido al tren
y se ha empolvado el vagón
de ceniza.
Eres la persona más triste del universo.
No hay erial más pálido
que tu rostro
ni labor más ardua que tus gestos.
Todo en ti
brota ya mustio.
Voy a contemplarte inmóvil
otras cuatro estaciones,
y lo haré de nuevo mañana,
soñando que mi cuerpo riega
el yermo surco de tu cuerpo.

19 abril 2012

El conejo blanco.

Detesto su magia.
Pero la envidio.
Es vulgar, de mercadillo.
Me pregunto irritado
cómo os convence,
toda artificio,
qué os cautiva de este baile.
¿No os dais cuenta?
Pienso deshacer cada engaño,
cada trampa,
arruinar la función,
ser yo el mago.

Se abre el telón: desaparezco.

15 abril 2012

LI.

Encarnan sus labios
las batallas de un padre heroico
que mató a veintitrés hombres
en Indochina
a cambio de la mano derecha;
los rezos de una madre abnegada
velando con los huérfanos
a la mujer muerta
de su futuro esposo;
las blasfemias que un hermano colérico
lanzará contra el vacío
desde la cima desierta
del Mont Blanc.

Profana mi sexo
toda su historia.

09 abril 2012

Canción para dormir (solo).

Toda la noche
fingiendo que mis palmas
estrechan tu cara

y que tus dedos caminan
por mi espalda
sanando las llagas,

pero el frío
que atraviesa las ventanas
me recuerda que marchaste
cuando llega la mañana

y al fin duermo
acunado en la esperanza
de que alguien vendrá a reclamarle
mis cariños a esta almohada.

02 abril 2012

La risa de Dida.

Y sin embargo yo sentía horror de aquellos ojos que me miraban sonrientes y seguros; horror de aquellas lozanas manos suyas que me tocaban convencidas de que yo era tal como sus ojos me veían; horror de todo su cuerpo que me pesaba sobre las rodillas, confiado en el abandono que me demostraba, sin la más remota sospecha de que no se entregaba realmente a mí, y que yo, al estrecharlo entre los brazos, no estrechaba con aquel cuerpo suyo a una mujer que me pertenecía totalmente, sino a una extraña, a la que no podía decir de ninguna de las maneras cómo era, porque para mí era tal como precisamente la veía y la tocaba: ésta, así, con esos cabellos, y esos ojos, y esa boca, tal como en el fuego de mi amor se la besaba; mientras que ella besaba la mía, con su fuego distinto al mío e inconmensurablemente lejano, porque para ella todo, sexo, naturaleza, imagen y sentido de las cosas, pensamientos y afectos que formaban su espíritu, recuerdos, gustos y el mismo contacto de mi áspera mejilla contra la suya delicada, todo, todo era distinto; dos extraños, abrazados así -horror-, extraños no sólo el uno para el otro, sino cada uno para sí mismo, en aquel cuerpo que el otro estrechaba.

Luigi Pirandelo. Uno, ninguno y cien mil, 1927.

25 marzo 2012

L.

Tú, niño,
que aún pisas
inestable el mundo,
bola inmensa
de acertijos,
cerrarás los ojos
esta noche
y al abrirlos mañana
serás ya un viejo.

19 marzo 2012

Lector IV (vigésimo sexto aniversario).

Allá donde yo llegue
repito destino:
una isla desierta
que inventó Defoe.


Dedicada a Miguel Salas Díaz.

15 marzo 2012

XLIX.

He visto a un hombre
desaparecer
dentro de sí mismo:
hundirse,
volver su carne,
menguar a un punto,
desvanecerse
y no regresar.

Yo he visto uno,
pero hay millones.

08 marzo 2012

Patrimonio.

Las islas descubiertas
en la infancia
que el tiempo fue reconquistando,
el dolor de tibias
de las tardes de fiebre
y la mano moribunda
de la abuela Ana
deslizándose en mi frente;

los naufragios
de la adolescencia
con sus tesoros aún a la deriva,
un beso indeleble y gratuito,
el único que no me han cobrado,
y tantas horas de mérito
por este presente fraudulento;

qué hallaré
en los años que restan
si son ya como si hubieran sido
o nunca fuesen,
porque vivir
más allá de este momento
(ese momento en que escribí
e-s-t-e-m-o-m-e-n-t-o)
es como vivir inútilmente.

01 marzo 2012

Oración del nonato.

Hija mía que aún no has nacido,
desconozco tu nombre
y ya tiemblo de amor y miedo.

Nada puedo mejorar para ti
y tendré poco que ofrecerte.
Todo el veneno del mundo probarás.

Sueñas detenerte
y contemplar mil maravillas,
pero el curso del tiempo te arrastra
envuelta en sus ruinas.

Querrán dominarte,
yo más que nadie,
yo centro de tu ideología,
Yo Dios Rey Amante

y tú crecerás deseando estar sola
maldiciendo mi padre fue un niño
que no entendió la vida.

Hija mía que aún no has nacido.
Hija mía no nazcas.

23 febrero 2012

XLVI.

Marchad
sin pena
amigos
que yo
os observo
alejaros
desde esta
atalaya
de quien
no sabe amar
si no le dañan.

14 febrero 2012

Dominios.

Contemplas lo que es tuyo,
hasta dónde alcanzan tus dominios:
el ancho cielo rebosante,
cada uno de los rincones de este bosque,
los mansos glaciares
y las febriles tierras volcánicas;
el Amazonas, la Selva Negra,
las Galápagos, Iguazú,
el Fiordo de Milford y el Yu Shang;
Isla Jeju, el Gran Cañón,
los Masurianos y el Vesubio
y a coro todos recitando:
otra vez estás perdido.


10 febrero 2012

Seguidilla de la flagelación.

A golpes nace el llanto.
Yo pego y pego
y a son de golpes canto.
Llorar no puedo.

06 febrero 2012

XLIV.

Ese hombre
que mira al mundo
vacío de preguntas,
cebado de brutalidad
y desprecio,
capaz de aplastar
entre sus manos
un pueblo entero,
también fue niño.

01 febrero 2012

Seguidilla de otrora.

Mira el cielo: hoy es negro
y ayer era azul.
Todo es -cantan los muertos-
conforme y según.

27 enero 2012

Penas y penas.

Hasta los rieles del tren
me hacen llorar.

Tan cerca el uno del otro,
¡cómo quisieran!, se alargan
y no se pueden juntar.

Por guardar penas y penas,
¡cuántas lágrimas!,
que hasta los rieles del tren
me hacen llorar.

Luis Rius Azcoita. Cuestión de amor y otros poemas, 1984.

23 enero 2012

La habitación.

En aquella habitación
que nunca fue nueva,
nunca fue recién nacida,
que nació vieja,
que estaba vieja cuando yo nací,
que no creció conmigo.
En aquella habitación
en la que si saltaba daba miedo,
si bailaba daba miedo,
si jugaba a la pelota
o simulaba el trote de un caballo,
daba miedo.
En aquella habitación
en la que no se hablaba,
no se reía, no se besaba,
no se amaba y no se lloraba,
no se sufría, no se odiaba.
En esa habitación
que tiene colgados los mismos cuadros,
abiertas las mismas grietas
y la misma puerta cerrada.
En esa misma habitación
voy a cumplir 34 años.

18 enero 2012

Verdiales de la vendetta.

Si de nuevo a mí viniera
a sus pies me rendiría.
Si de nuevo a mí viniera
mi vida le entregaría
y cuando más me quisiera
con su pelo me ahorcaría.

13 enero 2012

Cosas que no soporto en un poeta.

Que describa un paisaje.
Que no pesen sus huesos.
Que un héroe griego navegue en sus mares.
Qui sot bilingue.
Que pretenda una revolución.
Que concilie a los antónimos.
Que palpite en sus bordes un neón de rayitos celestes.
Que nazca en domingo.
Que sea yo.

Para Miguel d'Ors,
que está en las antípodas.

09 enero 2012

Seguidilla de la supraconciencia o la insatisfacción total.

Quise saber, y supe
del desconsuelo.
Quise olvidar. No pude.
Ya nada quiero.

01 enero 2012

Feliz 1964.

Me asalta el viejo diciendo
Nunca fue tuyo
Lo que ya no está contigo

Nadie pierde (repites vanamente)
Sino lo que no tiene
Y no ha tenido nunca

Y yo
Siempre adolescente protesto
Líbrame de tus lecciones
Y paso el día rezando
Vuelve a mí
Vuelve a mí
Vuelve a mí