22 julio 2011

Seguidilla del náufrago II.

Yo lance un grito al aire;
no hubo respuesta.
Si hay otra vida, Madre,
que no sea ésta.

19 julio 2011

XXXV.

Vengo ante ti
a postrarme desesperado.
Qué me importa la humillación
si es ya mi espíritu fango.
No recuerdo ahora
haber sido hombre.
Mansa fiera salivante.
Es mi hogar
la amarga suela de tus zapatos.

13 julio 2011

Seguidilla del iluminado.

En el azul del cielo,
en el cielo azul,
creí yo ver el Misterio.
Misterio eres tú.

08 julio 2011

Mabel Betsy Hill & Augusto Monterroso.

05 julio 2011

Encima de las corrientes.

Encima de las corrientes
que en Babilonia hallaba,
allí me senté llorando,
allí la tierra regaba,
acordándome de ti,
¡oh Sión!, a quien amaba.
Era dulce tu memoria,
y con ella más lloraba.
Dejé los trajes de fiesta,
los de trabajo tomaba,
y colgué en los verdes sauces
la música que llevaba,
poniéndola en esperanza
de aquello que en ti esperaba.
Allí me hirió el amor
y el corazón me sacaba.
Díjele que me matase,
pues de tal suerte llagaba.
Yo me metía en su fuego,
sabiendo que me abrasaba,
disculpando la avecica
que en el fuego se acababa.
Estábame en mí muriendo,
y en ti solo respiraba;
en mí por ti me moría,
y por ti resucitaba,
que la memoria de ti
daba vida y la quitaba.
Gozábanse los extraños
entre quien cautivo estaba.
Preguntábanme cantares
de lo que en Sión cantaba:
- Canta de Sión un himno,
veámos cómo sonaba.
- Decid, ¿cómo en tierra ajena,
donde por Sión lloraba,
cantaré yo la alegría
que en Sión se me quedaba?
Echaríala en olvido
si en la ajena me gozaba.
Con mi paladar se junte
la lengua con que hablaba,
si de ti yo me olvidare,
en la tierra do moraba,
Sión, por los verdes ramos
que Babilonia me daba
de mí se olvide mi diestra,
que es lo que en ti más amaba,
si de ti no me acordare,
en lo que más me gozaba,
y si yo tuviere fiesta
y sin ti la festejaba.
¡Oh hija de Babilonia,
mísera y desventurada!:
Bienaventurado era
aquel en quien confiaba,
que te ha de dar el castigo
que de tu mano llevaba,
y juntará sus pequeños,
y a mí, porque en ti lloraba,
a la piedra, que era Cristo,
por el cual yo te dejaba.

Juan de Yepes Álvarez (San Juan de la Cruz), 1542-1591.