23 noviembre 2009

Intermedio.

Sucedió.

En los despojos, en el espacio inútil cerca de la nada, en el casi vacío roto de lo que somos, lo más nefasto de lo que deseamos ser se acumuló, y un estruendo enorme de frustración derramada nos engulló, como una explosión de muerte súbita.

La montaña de restos quedó esparcida y comenzamos entonces a recomponernos adhiriendo escombros a las partes que aún conservábamos. El anhelo de recuperar los elementos propios se fue apagando y cada cual se conformó con restos desconocidos, perdidos o encontrados, tolerados o violados.

A veces creímos reconocer gestos, saludos, respuestas, incluso físicos completos en aquellas miradas lánguidas que cruzamos.

Y lo que en principio había supuesto una opción sin consuelo, la última salida ante el ser incompleto, nos complació, y cada vez más restos, más despojos, más reflejos y descosidos nos reinventaron, y nada de lo que un día fuimos, ni por supuesto, de lo mas nefasto que deseamos ser, aconteció.