No cantaré al dolor, no cantaré a la muerte.
No cantaré a la ira de los dioses,
ni a la furia de los héroes.
Ángel blanco,
háblame de los días de primavera,
donde el sol y el bosque celebran la vida;
llena mi pecho de luz y esperanza
—el alma desbordándose en música y palabras—.
Ángel blanco,
díctame el himno del hombre enamorado.