Taranto del Niño Menguante.

Soy natural vegueño.
Me llaman el Niño Menguante
y soy natural vegueño.
Viajando voy con mi cante
mecido de sueño en sueño,
mecido de sueño en sueño.

No le temo a la muerte,
porque soy limpio y generoso.
No le temo a la muerte.
Sólo temo ver tu rostro
y no poder tenerte,
y no poder tenerte.

Seguidilla de las Angustias.

Frente a la cruz del Campo
olí tu pelo
y el aire dulce y santo
fue pan de anhelo.

Doomsday.

Romance de Juan de Osuna.

No hay flor como la amapola,
ni corazón como el mío,
que lo sentencian a muerte
por tenerlo repartido.

A las dos de la mañana
me vinieron a buscar
tres pares de ojitos negros
y me tuve que entregar.

La mano en el evangelio
la pongo yo aunque me muera,
que yo no he matado a nadie
de noche en la carretera.

Los tormentos de mis negras duquelas
no se los mando ni a mis enemigos.
Yo soñaba con clavito y canela
y me despertaron para darme castigo.

Mi sangre y mi vida,
mi lunita clara.
Con lo mucho que yo la quería
se va sin volver la cara.

La rosa de los amores
la cortan pobres y ricos,
y todos acaban llorando
igual que los niños chicos.

Quintero, León y Quiroga.

Chamanismo.

Anoche soñé contigo.

Estabas al otro lado de la máquina con la que nos comunicamos y el ruido impedía que me entendieras.

Desesperé y aparecieron por ti enviados pequeños autómatas niños, como juguetes de sí mismos, corriendo de la máquina hacia mí, hostigándome.

Por el miedo, arrojé a uno de ellos a través de la ventana y al estallar contra el suelo, se hizo leche y cubrió de blanco la acera.

¿Podrías explicarlo?

Barrio.

Transformación en poema de un párrafo del libro del reloj de arena de Ernst Jünger.

Aún no se ha vaciado,
aún está medio llena
la ampolla superior
del reloj de arena.

Maternidad.