Te has subido al tren
y se ha empolvado el vagón
de ceniza.
Eres la persona más triste del universo.
No hay erial más pálido
que tu rostro
ni labor más ardua que tus gestos.
Todo en ti
brota ya mustio.
Voy a contemplarte inmóvil
otras cuatro estaciones,
y lo haré de nuevo mañana,
soñando que mi cuerpo riega
el yermo surco de tu cuerpo.