Toda la noche
fingiendo que mis palmas
estrechan tu cara
y que tus dedos caminan
por mi espalda
sanando las llagas,
pero el frío
que atraviesa las ventanas
me recuerda que marchaste
cuando llega la mañana
y al fin duermo
acunado en la esperanza
de que alguien vendrá a reclamarle
mis cariños a esta almohada.