Parió la noche un ángel
de cemento y burbujas.
Su pelo es la bufanda sonora de mi guitarra,
su carne de toalla y su lengua un zapato,
caño que al hotel conduce
y riega el suelo de monedas:
metal y tinta de un bolígrafo inmundo,
roma fuente de números,
guijarros del aullido de un gato.
Que mi campo sea el cuadro
donde yace sin secretos la calavera
y un olor de grifo roto pinta las paredes.
Frente al espejo habrá piedra
y un reloj devorando el brillo de las bandejas.
Allí quiere el tiempo encender su oscura lámpara.