Llegué al mundo
con lo justo:
cabeza, tronco y extremidades.
Lloré, pues me azotaron.
Hubo también sangre,
la de mi madre.
¿Por qué habría
de construir algo
más allá de mi camisa?
¿Quién impone
los anhelos y sus complicaciones?
Me iré con lo que vine:
mis lágrimas
y tu desgarro.
Para Ana María,
en recuerdo de José Ignacio y Margarita.