Brotando, pudimos asomar la cara por encima del suelo en un esfuerzo crujiente, como una cremallera. Los huesos casi rotos, el pelo podrido en barro y la piel arañada de arena y raíces.
Y al fin, qué aire, qué atmósfera de óleo, qué ansiado firmamento.
Qué enfermo hedor a Hombre.
Y al fin, qué aire, qué atmósfera de óleo, qué ansiado firmamento.
Qué enfermo hedor a Hombre.